viernes, 5 de noviembre de 2010

UN INTRATABLE PUEBLO DE CABREROS. MIGUEL HERNÁNDEZ. UN SOPLO FRESCO DE LIBERTAD

Miguel Hernández arengando a las tropas del Ejercito de la Nación
 
Era un martes de tarde soleada
Se había corrido la voz, por toda la ciudad, como un reguero de pólvora. Que a eso de la siete de la tarde, acontecería un hecho insólito
Un cabrero, un pastor de cabras, recién llegado de Orihuela, un pequeño pueblo de la provincia de Alicante, semi analfabeto, con mas formación que los estudios elementales, recitaría unos versos que habría compuesto, en el archifamoso Gran Café Gijón de Madrid.
Además, Miguel Hernández, que así se llamaba el buen hombre, había escrito también varios libros de poesía.

Sin estudios
Como otros muchos, Miguel Hernández, el malogrado poeta de la libertad, que ahora se cumple el centenario de su nacimiento, no pudo realizar estudios. Y no lo fue por problemas económicos. Sino por la decisión de un padre reaccionario.
En la España de entonces, la educación era un privilegio exclusivo de la clase dominante, predestinada a dirigir el país,y de sacerdotes católicos.
Y su imagen, de pastor poeta, fue oportunamente utilizada por el sacerdote Luis Almarcha, de inequívocas inclinaciones fascistas. Y por Ramón Sijé. Un joven, de amplia cultura y talentoso, que habría de morir a edad temprana. Quien sería decisivo, en el estimular su vocación literaria.

Los primeros pasos de un sencillo cabrero

Ramón Sijé, de inclinaciones igualmente autoritarias, accedió a prestarle libros de los clásicos españoles, al comprobar su gran interés por la literatura. Como Lope, Garcilaso, Quevedo, Juan de la Cruz, Calderón, Góngora. Pretendía presentar así, a un sencillo cabrero, que ponía en ridículo los denodados esfuerzos del gobierno de la nación, a favor de la educación y la cultura.

Retrato y Casa Museo

Su primer viaje a Madrid
Pero, como afortunadamente siempre ocurre, con los jóvenes de gran talento que viven en pueblos pequeños, llega el día en que Miguel Hernández no puede soportar por más tiempo, el ambiente estrecho y pueblerino de su ciudad natal. Y se da cuenta, de que muy poco podrá adelantar su creación literaria, si permanece en su pueblo. Y decide intentar la aventura en Madrid.

Un millar de versos. Carta a Juan Ramón
Antes, escribe una carta al escritor Juan Ramón Jiménez, anunciándole sus intenciones: “Tengo un millar de versos escritos sin publicar, le dice. Y en mi provincia se leen muy poco los versos. Y los que lo hacen no los entienden. Y heme aquí, con un millar de versos, que no se que hacer con ellos. A veces me digo que quemarlos tal vez fuera lo mejor. Soñador, como tantos otros, quiero ir a Madrid. Abandonaré las cabras. Y con el escaso dinero que puedan darme tomaré el tren para la Corte. ¿Podría Vd., dulcísimo don Ramón, recibirme en su casa y leer lo que le lleve?”

Un viaje de ida y vuelta
No se sabe, si Juan Ramón contestó a su carta. Pero dicen las crónicas, que a las pocas semanas de escribirla, el voluntarioso Miguel Hernández cogió el tren para Madrid. Llevando, por todo equipaje, una destartalada maleta llena de versos. Y que se siente abrumado por el trajín incontrolado de la Villa y Corte. Y que a los pocos días, las pocos dineros que había traído de su pueblo se le acaban. Y sin obtener ayuda alguna, ni conseguir publicar sus versos, se vuelve para su pueblo. Para refugiarse de nuevo en sus lecturas, en sus amigos y en la soledad de sus verdes prados. En donde amplía sus lecturas y escribe nuevos poemas.

Una modista de pueblo
Pero su vida, da un giro espectacular, en cuanto conoce y se hace novio de la que será su mujer y madre de sus dos hijos, Josefina Manresa. Una modista de pueblo, morena, inteligente y con clase. Y su amor le dará la seguridad necesaria e impulsará definitivamente su carrera.
Y toma de nuevo el tren para Madrid, por segunda vez. Con la misma destartalada maleta.
Pero esta vez, se siente seguro de si mismo y de su copiosa poesía. Y lleva consigo su portentoso auto sacramental,Quién te ha visto y quién te ve.

José Bergamín
Conoce entonces a José Bergamín, que decide publicarlo. En la revista Cruz y Raya que él dirige. Y a partir de entonces, esta publicación le abre el camino y se suceden otras. Y traba amistad con los mejores poetas de su tiempo: García Lorca, Aleixandre, Alberti, Neruda.

Presentado por Pablo Neruda
Alguien me dijo, que su recital, en el Gran Café Gijón de Madrid, sería introducido por su mentor, y buen amigo Pablo Neruda. El autor de España en el corazón y de Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Por lo que me pasé antes por la casa del poeta chileno, afincado por algún tiempo en Madrid. En el cincuenta y nueve de la céntrica calle de Menéndez Valdés. En el castizo barrio madrileño de Argüelles.
Que cordial e hospitalario, como siempre, Pablo Neruda me puso enseguida en sobre aviso.
-No te dejes engañar por las apariencias. Es una persona de convicciones sólidas.
Date cuenta Roberto, -me dijo, que Miguel Hernández proviene delmundo rural. Nacido en el seno de una familia humilde. Y criado en el ambiente rudo y campesino de Orihuela. De niño, fue pastor de cabras, hasta bien entrada su juventud.
Y no ha tenido otro acceso que a los estudios elementales, en la rígida e imperturbable moral católica apostólica y romana. Por lo que ha tenido un largo y costoso período de formación autodidacta.
Pero no se ha volteado la chaqueta, como decimos los chilenos. Ha efectuado un convincente recorrido de compromiso con la izquierda.
Yo le conocí con veinticuatro años, cuando se vino a vivir a Madrid. Y juntos fundamos la revista Caballo Verde, que está dando unos frutos sorprendentes, gracias a él.
Juntos también, iniciamos la revolución ideológica, de su tránsito del catolicismo conservador, a su compromiso social en la izquierda, al lado de los más necesitados.
No se si en esto, yo haya tenido quizá, alguna modesta influencia en su pensamiento. Al igual que la que haya podido tener Vicente Aleixandre o Federico García Lorca.
Pero lo cierto es, que ha reconducido su camino, por la sendera de la libertad. Por la que ahora lucha, sangra, pervive.
Tal es así, que ahora, a sus veintiséis años, se ha alistado en el Ejército de la Nación, frente a las tropas golpistas rebeldes que lidera el general Francisco Franco Bahamonde.
Recientemente, ha contraído matrimonio con una gran mujer, Josefina Manresa, que conoció en el frente. Y esperan su segundo hijo.
Sus hijos y su mujer,han fortalecido su poesía contundente y arrolladora. También sus grandiosos poemas. Que ha publicado en las revistas el Mono Azul, Nueva Cultura y Hora de España.
Actualmente anda, de recital en recital. Será un grandioso privilegio oírle. Si las bombas, de la aviación franquista, así nos lo permiten.

Cogimos un coche de alquiler, camino del Gran Café Gijón
-Su sorprendente interés por la literatura, -prosiguió Pablo Neruda, a mi lado, a mi izquierda, en el asiento de atrás del automóvil-, le ha llevado a estudiar en profundidad la obra de los clásicos. Conoce admirablemente a Luis de Góngora, Garcilaso de la Vega, Rubén Darío, Francisco de Quevedo. O a Antonio Machado, que ha influido muy decisivamente en su obra. No me extrañaría nada, que a mas de uno, le gustaría encerrarlo entre barrotes, por esta causa.

El conductor nos acercó hasta donde pudo, cerca de la plaza de Colón, llena de sacos terreros, a pocos metros de El Gran Café Gijón. Y justo, cuando descendíamos del coche, nos sorprendió uno de los numerosos bombardeos de la aviación golpista sobre Madrid. Y corrimos, precipitadamente, a refugiarnos a la boca del metro de la plaza.

Dentro del metro, a resguardo de las potentes bombas, no de sus bestiales sacudidas, observamos como un hombre, de curtida tez morena, facciones angulosas y de pelo corto, permanecía de píe, erguido entre la populosa multitud, mientras los demás fijamos el cuerpo en tierra.

-¡Es él. Mi amigo Miguel Hernández!- me dijo Pablo Neruda, señalando con su dedo índice, su imponente figura humana.

El poeta, el mejor dotado de su generación, el más intenso y rico en la expresión, estaba unos metros mas allá, pidiéndonos a todos calma, serenidad. A cada impacto. En las violentas sacudidas. En el sobresalto.

Su voz queda y pausada, y su sorprendente sangre fría, pudo salvar a muchas personas. Imponiendo su autoridad. Demostrando su sentido común y sensatez. Pidiendo no se corriera por los túneles, ni se gritara.

Y de su boca, emanaban las atinadas arengas para la libertad. Proclamas que se desplazaban prontamente, por las galerías subterráneas, los andenes, por los túneles debajo de la plaza de Cristóbal Colón, en un suave eco interminable. Al igual que cuando guiaba, acertadamente, a su populoso rebaño de cabras y ovejas, por las escarpadas laderas de las montañas de Orihuela, sabiendo traspasar el aire con su silbido afinado. O lanzar la honda, cargada de sus fecundos versos.

Jamás mis oídos oyeron tan bello y contundente poema. Tan hermosa arenga alguna, para la libertad herida, en aquellos delicados momentos.
La voz de Miguel Hernández era un torrente apasionado, que quiere inundarlo, iluminarlo todo con su canto.
Nunca olvidaré su tono, ni la profundidad de sus versos. Decían así:

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento mas corazones
que arenas en mi pecho; dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo,
y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella podrá dos piedras de futura mirada,
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño;
porque aún tengo la vida.

Terminada la contienda, traté inútilmente de encontrarle. Supe, que volvió a su pueblo natal, Orihuela, donde fue detenido por las tropas rebeldes franquistas. Condenado a muerte después, conmutada la pena luego.
Intenté incluso, en vano, le llegaran, algunas de mis cartas, redacté y le envié desde El Gran Café Gijón.
Pero, tras pasar por varias prisiones, Miguel Hernández murió en Alicante, el día veintiocho de marzo de mil novecientos cuarenta y dos, víctima de un largo proceso de tuberculosis.
Y a la obscena edad de treinta y dos años, como ocurre casi siempre con los jóvenes de mas talento, se truncó una de las trayectorias mas importantes y prometedoras, de la poesía española del reciente siglo veinte.
Seguramente, el único, que hubiese sido capaz, de llenar la enorme ausencia dejada por su también íntimo amigoFederico García Lorca.

-¡Miguel!, le llamaban sus amigos Vicente Aleixandre, Pablo Neruda y Federico García Lorca, de paseo por el Parque de la Ciudad Universitaria.

Y les contestaba, la sonrisa ancha, alegre, cordial y sana del poeta. Henchido de vida, desde lo alto de un árbol,al quese había subido.


Fotografía copyright: José Aymá 

Cientos de ovejas se adueñan del centro
Coincidiendo con la fecha, de la conmemoración del centenario de Miguel Hernández, el pasado domingo, treinta y uno de octubre, cientos de ovejas, se adueñaron del centro de la capital de España.
En un tradicional espectáculo, que forma parte de la Fiesta de la Trashumancia, que se celebra en Madrid, desde el año mil novecientos noventa y cuatro, fue observado por cientos de viandantes protegidos de la copiosa lluvia con paraguas.
Las ovejas fueron acompañadas por una docena de pastores, un nutrido grupo de caballistas, cuatros yuntas de bueyes, cinco vacas de la ciudad de amurallada de Ávila, y cincuenta de la Comunidad Autónoma de Cantabria.

Intratable pueblo de cabreros
Y eso, a pesar de que a algún político se le achaque, que hable como un cabrero. Y que esto, dicen, contribuya a aumentar el déficit en la educación, con su ejemplo.
Por eso, en el oportuno centenario de un poeta tan conmovedor, no viene mal, de vez en cuando, un soplo fresco de libertad, del feliz e intratable pueblo de cabreros.

Roberto Cerecedo. Todos los derechos reservados. Queda rigurosamente prohibida su reproducción total o parcial, por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, sin autorización expresa y por escrito del titular del copyright, bajo las sanciones establecidas en las Leyes