sábado, 28 de enero de 2012

CAMALEÓN FRAGA

Manuel Fraga
Mucho se ha escrito, hablado y rendido homenaje, al recientemente desaparecido ministro del general Francisco Franco, fundador de Alianza Popular, ahora Partido Popular, Manuel Fraga Iribarne.
Desde el entrañable Miguel Ángel Aguilar, pasando por la magnífica escritora Rosa Montero, el periodista Arcadi Espada, Diego Caballero, el que fuera primer presidente del Congreso, Gregorio Peces Barba o el presidente Rajoy.
Numerosos políticos amigos, y enemigos. Gente que lo conocieron y trataron.
Y hasta en su entierro, en el pueblo gallego de Perbes, le cantaron la bellísima canción de Negra Sombra, con música de mil gaiteiros y letra de la poetisa gallega Rosalía de Castro.


Manuel Fraga. Fotografías  Copyright de Roberto Cerecedo

Pero nada comparable, con la biografía que le dedicó el malogrado, mítico periodista y escritor, mi hermano, Francisco Cerecedo, en el desaparecido diario Diario 16. La biografía de un hombre cuando menos curioso, por su singular capacidad para permanecer en la dictadura, cambiar e integrarse en la Democracia. 
Un hombre que a principios de los años 1960 propugnaba la eliminación de la propiedad capitalista. Que fue falangista, democristiano, franquista, republicano, monárquico, liberal, reformista y hasta centrista. Un verdadero camaleón político.

La enseñanza de su lectura
Por las circunstancias mencionadas y, sobre todo, por la maestría narrativa del serial y el interés de una narración de momentos históricos de la vida española, es recomendable la enseñanza de su lectura.
Y por la singular personalidad del protagonista, fallecido en su domicilio de Madrid a sus 89 años el 15 de enero de 2012. Que fuera ministro del general Franco, fundador de Alianza Popular, ahora Partido Popular, redactor de la Constitución española de 1978, presidente de la Comunidad Autónoma de Galicia y senador.

El Decreto Ley Antilibelo
Como paisano, le tuve un especial cariño. Puesto que tengo, el enorme privilegio, de ser la excusa, para que en España y por primera y única vez, un ciudadano español, un político: Fraga Iribarne, hiciera uso del Decreto Ley Antilibelo contra un periodista: mi hermano, el malogrado mítico periodista y escritor Francisco Cerecedo y un medio de comunicación español: Diario 16 y ampliara su denuncia a mi persona.
Puesto que, lamentablemente, aunque totalmente consecuente con el personaje, estando todavía reciente el fallecimiento de mi hermano, Fraga no perdió tiempos en lutos, ni en retirar la denuncia, que amplió en mi persona, al ser el familiar mas directo.
Aunque, de acuerdo con la legislación, el Juzgado la archivó de oficio al haber fallecido el denunciado.


Fraga embajador en Londres

Haberlo pensado antes
-¡Haberlo pensado antes!. Fue la respuesta que obtuve de él, cuando le llamé por teléfono a su casa, para solicitar la retirada de la denuncia, había ampliado a mi persona.
-Señor Fraga. Que soy su hermano. Y no tengo nada que ver. Insistí humildemente.
-¡Haberlo pensado antes! ¡No pienso retirar la denuncia!. Me ratificó.

El secuestro
A instancia de su denuncia, de Manuel Fraga Iribarne, el Juzgado de Instrucción número 12 de Madrid secuestró el sábado 11 de junio las dos ediciones que efectuó el diario e instruyó diligencias por un supuesto delito de calumnias e injurias, conforme al decreto de primero de abril de 1977 sobre Libertad de Expresión que establecía que los delitos de calumnias e injurias tendrían carácter “semipúblico” cuando se cometan en periodo electoral.
Según informó el portavoz del Diario 16, “el Juzgado de Instrucción número 12 de los de Madrid, ha dispuesto el secuestro de las dos ediciones del número 201 de Diario 16, correspondientes a ayer, sábado 11 de junio, por denuncia presentada por Manuel Fraga Iribarne, secretario general de Alianza Popular”, quien añadió que la denuncia “ha sido presentada por Fraga contra el conjunto del artículo, último capítulo de la serie Y Fraga cogió su fusil, titulado “A su sitio”, aunque se refiere especialmente a su primer párrafo, donde se transcribe una frase suya que, según él mismo, supone un insulto al presidente de Gobierno, don Adolfo Suárez, candidato rival en Madrid”.
Fraga se presentó en el Juzgado acompañado del abogado José María Ruiz Gallardón, candidato de Alianza Popular al Congreso por Madrid y padre del que sería Ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, del PP.

El secuestro de las dos ediciones de Diario 16 incluía el molde original de dicho artículo y el periódico, por lo que éste se vio obligado a sustituir la página completa por una nota en la que se advertía del secuestro del artículo de Francisco Cerecedo, dejando el resto de la página en blanco, práctica común de los periódicos con las censuras de la dictadura de Primo de Rivera y que la de Franco había prohibido terminantemente, aunque alguna vez la hizo Cambio 16: denuncia de la censura que causaba mucho más impacto. En el momento de ejecutar la orden del secuestro, en la Redacción de Diario 16 quedaban tan sólo 382 ejemplares y la teja, molde de la página, que fue puesta a disposición judicial.

Con respecto al secuestro, el Gabinete de Prensa del partido político Alianza Popular distribuyó la siguiente nota: “El secretario general de Alianza Popular, don Manuel Fraga Iribarne, ha presentado hoy en el Juzgado de Guardia una denuncia por los delitos de injurias y calumnias contra el periodista don Francisco Cerecedo, autor del artículo “A su sitio” que hoy publica Diario 16. Asimismo, y de acuerdo con el real decreto ley 24/1977 del pasado 1 de abril, sobre Libertad de Expresión, son denunciados el director del citado periódico madrileño, don Miguel Ángel Aguilar, y la empresa Información y Publicaciones, S.A., como responsable civil subsidiaria”.


Fraga Catedrático

El serial biográfico
Tal y como lo concibió el director del desaparecido Diario 16, el imaginativo Miguel Ángel Aguilar y su autor, Francisco Cerecedo, la serie biográfica Y Fraga cogió su fusil, fue una sucesión de seis artículos, relacionados entre si, que se ofrecieron sucesivamente, en seis entregas diarias, en la página cinco del diario.
El serial completo, lo pueden encontrar en el libro La última vez que nací, Ediciones B, escrito por su hermano, Roberto Cerecedo.

Y Fraga cogió su fusil. Artículo I: Un retrato Velazqueño. ( A lo Inocencio X)
Un autoritario con chupete. (Diario 16. Lunes, 6 de junio de 1977)
Por Francisco Cerecedo.

El 20 de noviembre de 1975, España amanecía, sorprendida e inquieta, huérfana de tirano. Terminadas las solemnes jornadas funerarias de llanto oficial del país, emocionada en su excitante desamparo, se aprestaba a transgredir la ultima voluntad del dictador con una experiencia nueva: la libertad. Mientras la mayoría de los españoles pensaban que se cerraba un penoso e irrepetible capítulo de la historia, otros consideraban que, simplemente, se había producido una vacante en el escalafón.
E1 18 de noviembre de 1975, cuando faltaban treinta y seis horas para la desaparición de Franco, desembarcaba en el aeropuerto de Barajas, a las tres de la tarde, procedente de Londres, el primer candidato a la elevada tarea de continuar gobernando a los españoles por decreto. El excelentísimo señor don Manuel Fraga Iribarne, letrado oficial 2º en las Cortes, catedrático, diplomático, ex secretario general técnico de Educación, ex delegado nacional de Asociaciones, ex subdirector del Instituto de Estudios Políticos, víctor de plata del SEU, ex secretario general del Instituto de Cultura Hispánica, congregante Mariano, teniente de Complemento, ex director de Cervezas El Águila, ex ministro de Información y Turismo, falangista, ex presidente de la Unión Resinera Española, matador de eurogallos, admirador de Carrero Blanco, ex consejero de Atlántica Inversiones, S. A., ex cuarentavo de Ayete, ex consejero de Rank Xerox, S. A., príncipe de las oposiciones y profundamente convencido que, desde que murió Franco, España, viuda de Caudillo, corre gravísimos peligros. Pero, afortunadamente, don Manuel Fraga Iribarne es un profesional de la salvación de la patria, para lo que gusten mandar.

La lucida trayectoria vital de Manuel Fraga se inició el 23 de noviembre de 1922 en Villalba, un pueblo de la provincia gallega de Lugo. Hijo de emigrantes que regresaron con algún dinero de Cuba, varios presagios acompañaron su nacimiento y niñez indicando que algo fuera de lo común con respecto a su persona tramaba el destino. En primer lugar, esa misteriosa confusión relacionada con sus orígenes que la Historia suele reservar, en ocasiones, a los elegidos. Algunas fuentes aseguran que existe otra partida de nacimiento de Fraga en el registro civil de Cárdenas, un pueblo en la provincia de Matanzas, en Cuba. Es decir, como sucediera con Hornero, Colón y, más recientemente, los “oriundos” de los estadios, varios lugares se disputan su nacimiento.

A cualquier infante de su edad, las cosas que publicaba el ABC el día de su nacimiento, no le harían mella. Pero a un recién nacido superdotado como Manolo Fraga, la situación del país que reflejaba la prensa del día, no podía menos de marcarle para el futuro, mientras expresaba su disgusto pataleando como podía entre los pañales. En el Congreso de Diputados, el marqués de Villabrámiga atacaba sarcástico al ministro de Gobernación: “Seguramente que el señor Piniés —decía—, cuando va a su pueblo y contempla la carretera llena de guardias civiles, se dirá para sus adentros: “¡Qué buen ministro de Gobernación soy!” Otro diputado, Prieto, pedía la derogación de la ley de Jurisdicciones. Al mismo tiempo, el claustro universitario de Madrid aprobaba la protesta del rector y decanos contra la represión de los estudiantes. Melilla, que habría de desempeñar, aún hace pocos meses, un destacado papel en la rica biografía de Fraga, también era noticia premonitoria el día de su nacimiento, cuando rechazó un ataque de los rifeños. Todos los periódicos de la nación publicaban asimismo una lista de nombres con aire de redada policial: Clemente, Sisinio, Juan El Bueno, Anfiloquio, Gregorio, Trudón y sus acompañantes Lucrecia y Felicitas. “!Son mis prisioneros!”, pensaría aquel rollizo bebé de Villalba ya hastiado de antemano de los juguetes de los niños de su edad. No, esta vez no. Eran los santos del día.


Manuel Fraga, delante del Congreso.

Tampoco fue marino
Los buenos augurios no cesaban. La calle de Villalba donde se atribuye su nacimiento, en el campo de la feria, frente a la alameda de Basante Olano, se llamaría con el tiempo, a modo de sutil profecía, calle del Generalísimo Franco. En la casa familiar, en el número 19, todavía vive una de las escasas mujeres que influyeron en la vida de Manuel Fraga: su tía Amadora. Y al igual que el extinto Caudillo, el adolescente Manolo también, en su momento, quiso ser marino. Pero a ninguno de los dos el azar, por el bien de la patria, se lo permitiría.

Con el dinero obtenido por la liquidación de algunos pequeños asuntos en Cuba, y tras su matrimonio con María Iribarne Duboix, institutriz de la familia Arechabala, propietaria de ingenios azucareros y destilerías de ron en la isla del Caribe, el peón casi analfabeto Manuel Fraga Bello decide regresar a España dando por terminada su aventura americana, que había iniciado a los catorce años como emigrante. “Mi madre —manifesta el líder de AP a su fiel biógrafo Carlos Sentís— pensaba que Cuba no era buen sitio para educar a los hijos. Ella pensaba que le podía salir algún Fidel Castro”.
El regreso del emigrante con una pequeña fortuna se produce con los habituales signos externos de desclasamiento en Galicia. El indiano se aleja del campo y pone casa en la calle principal del pueblo, abandona el gallego, idioma rural, de gente baja e ignorante, por el castellano de los señoritos y personas instruidas como el juez, el notario, el secretario del Ayuntamiento, y de todos aquellos que consiguen triunfar en la vida. La sublimación de esta tesis lingüística es el latín, idioma de lujo reservado a la superclase rural gallega por excelencia que son los curas. La afirmación personal a través del latín ha sido una constante, no exenta de disgustos, en la vida de Manuel Fraga Iribarne, quien, durante un tiempo, pensó en abrazar el sacerdocio. En febrero de 1975 todavía honraba a sus traumas infantiles iniciando en latín un discurso en Venecia para luego continuarlo en castellano.


Manuel Fraga y su tía Amadora.

Gallego de “queimada”
Durante los primeros años, Manuel Fraga estuvo perfectamente defendido contra la cultura autóctona de la terra cha lucense. Su madre y su tía Amadora completaban la educación de los hermanos, que serían doce. Sus compañeros de la época recuerdan que Manolo no tenía el menor acento gallego al hablar, y que a los cuatro años se expresaba en francés. Así la profesión de fe galleguista de Fraga es relativamente reciente y llevada a cabo, sobre todo, por la vía intelectual de la queimada. Sobre sus paisanos tiene una opinión un tanto despectiva, según se desprende de las manifestaciones que hizo a algunos amigos cuando pensaba presentarse a diputado por Lugo y ofrecía su fórmula electoral para el triunfo: “Con unas empanadas de xoubas y una queimada arreglo yo esto”.

En los medios literarios de Galicia, si exceptuamos a su incondicional Alvaro Cunqueiro, Fraga despierta muy descriptibles entusiasmos. “Fraga —declara un escritor galleguista— es un caso típico de mala conciencia hacia el idioma que le enseñaron a aborrecer, aunque era la lengua de sus abuelos. Con escritores gallegos llegó al ataque personal, y se ensañó con todo lo que oliera a nacionalismo, mucho más que su predecesor en el Ministerio y que Sánchez Bella. Todo esto, salpicado con peregrinas afirmaciones de amor a la tierra o de intentos pueriles de reducir el hecho diferencial a la gastronomía o al turismo. Ha vivido hasta los dieciséis años en pleno corazón campesino de Galicia, presume de hablar alemán, latín, francés, inglés, y es incapaz de contar un mal chascarrillo en gallego”.

Como si se trabara de un destino familiar común, su padre fue nombrado alcalde de Villalba durante la dictadura de Primo de Rivera y, luego, con la de Franco. La República, en 1931, le ofreció continuar en el cargo, pero se negó. El niño Manolo, ya hijo del alcalde, comenzó a destacar en sus estudios a los cuatro años y no necesitó de las pequeñas ayudas superfluas que el lógico cariño paterno le procuraba, llevándole a examinarse de ingreso de bachillerato al Instituto de La Coruña, en vez de Lugo, la capital de la provincia, porqué allí tenia sus negocios y sus vinculaciones sociales.

Manuel Fraga durante el servicio militar

El ¡oh! de las niñas
Ya en aquella época, comienza a perfilarse el carácter que, años más tarde, habría de tener en vilo a los españoles. Al decir de sus viejos amigos y de sus hagiógrafos más entusiastas -como Millán Mestre y Octavio Cabezas-, el adolescente Manolo era un chico francamente tímido y retraído. Le gustaban las grandes caminatas campo a través, como si inaugurara imaginarios paradores, y evitaba el contacto con sus compañeros. “Manolo —afirma Cabezas— llegó al descubrimiento de ese mundo mágico, llamativo y oscuro del sexo, bastante más tarde que la mayoría de los chicos de su edad”. Sus compañeros recuerdan que se negaba rotundamente a escucharles cuando “hablaban a medias palabras de aquéllo”. Pero la vida se puede llegar a dominar de muchas maneras. Y sobre todo desde el poder. Las niñas del instituto lucense se quedaban igualmente boquiabiertas ante la mirada de Rodolfo Valentino que ante su rollizo condiscípulo Manolo Fraga recitando de memoria la primera página de El Progreso de Lugo, después de haberla leído una sola vez.

Si famoso era en el instituto, también lo era en casa. Cuentan sus hermanos más pequeños que, en el lejano pueblo gallego, habían inventado un insólito juego: “¡Vamos a jugar a Manolo!” Y los niños comenzaban a intercambiar desaforados gritos y voces de mando, “¡Fueeera!”, que recordaban al hermano mayor.

Una vez intentada la influencia sobre los demás, eligiendo la carrera de las armas o el sacerdocio, el joven Fraga iba a encontrar una nueva oportunidad a partir del 18 de julio de 1936: la Falange. Se apuntó en 1937 porque “era lo más interesante en aquel momento”, afirma. “Pero no participaba casi nada en nuestras actividades”, recuerda su amigo Eimil, que era entonces el jefe de la organización juvenil en Villalba. El final de la guerra le iba a proporcionar a Manuel Fraga la definitiva oportunidad para llegar al poder gracias al sistema de promoción social más querido por Franco: las oposiciones. En el circo de las citas contra reloj, el atleta de la memoria, Manolo Fraga, trabajaba sin red. Aunque rodeado de padrinos vigilantes.

Mis compañeros me admiran
En 1939, llega a la Universidad de Santiago y se hace notar inmediatamente por el profesor de Derecho Romano, Arias Ramos, porque no sólo responde con una cita en latín que se le pedía, sino que continúa explicando en latín el resto de la pregunta. Entré sus compañeros, poco habituados a tales alardes, se produce una división de opiniones que ya nunca le abandonarán en su escalada hacia el poder. Sus mejores amigos, como Núñez Lagos, opinan de su antiguo condiscípulo: “Era muy crudo y muy intemperante, con poco culto a las formas. Muy tajante”. Su compañero de Universidad de Madrid y último compañero de caza y veraneo en Villalba, Carlos Pardo, señala: “Para tratar a Fraga y llevarse bien con él es necesario entenderle. Es muy difícil llevarle la contraria y se molesta bastante cuando uno le discute. En el trato normal es amable, pero un poco brusco y de maneras cortantes. Su manera de expresarse es siempre tan exacta y precisa que, a veces, tanta precisión cansa, bueno, eso al menos me ha pasado a mí, en alguna ocasión”. Tal es, afectuosa y objetiva, la opinión de los amigos. El mismo Fraga no se refugia en una impropia modestia a hablar de sí: “No tengo duda ninguna que mis compañeros reconocían en mí un cierto impulso de base religiosa y moral. Estaba convencido que uno estaba obligado a trabajar, que estaba uno obligado a sacrificar ciertas cosas, a entrenarse digamos, para una vida de sacrificio”.

Son los años duros en los que abandonará su Galicia natal para seguir los pasos del catedrático de Derecho Político, Ruiz del Castillo, trasladado a la Universidad de Madrid. Se perfila el primero de los traumas que acompañaran al joven Manolo Fraga durante su vida: la necesidad de padrino. Tras el catedrático Ruiz del Castillo, buscará otros protectores como Castiella, Esteban Bilbao, Ruiz Giménez, Arrese, Nieto Antúnez, Carrero Blanco, etc.

El resto de los puntos claves del joven fraga serán, como veremos a lo largo de esta serie, la cabeza, los informes, elegancia, el sexo, el latín, el complejo de número uno y el mando. En superar los dos últimos va a centrar la mayor parte de sus esfuerzos.

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