jueves, 27 de marzo de 2014

ADOLFO SUÁREZ, EL POSTURAS DE LA MONCLOA


Ávila. 1989. Adolfo Suárez saluda a su máscara en látex. Fotografía © Roberto Cerecedo  

El líder
Desde siempre me he preguntado, si los grandes líderes políticos como Felipe González,  Santiago Carrillo o Adolfo Suárez  surgen de la nada con un talento innato para ejercer; por el contrario, se crean en alguna escuela especial; o es el propio transcurrir de la vida  quien los pone en su sitio.
Eso mismo se preguntaba mi buen amigo Gregorio Morán, en el mes de enero del año 1979, “cuando se da  cuenta”, afirma en su libro Adolfo Suárez. Historia de una ambición, editado por la Editorial Planeta en 1979, de que “en aquella fecha España tenía un presidente del Gobierno que carecía de biografía. Ni oficial ni oficiosa”.
“De un hombre que había sido nombrado para tan alto cargo en el mes de julio del año 1976, y después de tres años, nadie parecía interesado en explicar ese curioso fenómeno de la historia española del siglo XX, que consiste en tener un jefe de gobierno que surge de la nada y cuya trayectoria personal se desconoce”.
“Escribir sobre la historia viva, añadía, que no otra cosa es relatar la ascensión de Adolfo Suárez, puede hacerse de dos modos: Utilizando los documentos escritos o bien recogiendo puntualmente las opiniones de los testigos. Y yo he intentado unir las dos fórmulas”  
“Los hechos son tozudos, y pocas veces hemos pensado que lo son porque se resisten a las interpretaciones simplificadoras. Reconstruir la biografía de un presidente de Gobierno es una tarea nada fácil, si partimos de que la mayor parte de esa biografía transcurrió en un sistema nada permeable a la información y otro bajo su propio mando” 

Madrid. Depositando su voto en sus últimas Elecciones Generales.
Fotografía © Roberto Cerecedo

De la Dictadura a la Democracia en menos dos años
El autor, de la primera biografía del presidente Adolfo Suárez González, Gregorio Morán, nacido en la capital del Principado de Asturias  en el año 1947, se había formado con anterioridad en la Escuela de Arte Dramático de Madrid.
Y quizá eso le curtiera y fortaleciera, antes de formar parte del equipo del semanario español Opinión y seguidamente del Diario 16, con una serie de artículos titulados Superagente Conesa, dedicados a desmitificar la figura de Roberto Conesa, veterano policía  de la dictadura del general Franco.
Y para narrarnos en su libro, sobre el presidente Adolfo Suárez,  “de como en menos de dos años,  España pasó de la Dictadura a la Democracia de una manera muy particular, durante la Presidencia del presidente Suárez”.   
“Y  que cabe preguntarse qué tipo de dictadura dejamos y que estilo de democracia acogimos”.
Y las preguntas, formuladas así, exceden los límites del primer libro biográfico sobre Adolfo Suárez de Gregorio Morán. 
Para afirmar luego, con rotundidad, “que entre la fecha del nacimiento de Suárez y la fecha de su designación por el Rey Juan Carlos I  para hacerse cargo del Gobierno de España, está la verdad. Y que el resto es opinable”.
Después le siguieron otros libros. El último, Puedo prometer y prometo, de la Editorial Plaza y Janés,  octubre de 2013, escrito por el periodista Fernando Ónega, que toma el nombre del famoso consabido discurso de Adolfo Suárez, que el propio Ónega le escribió.

Figura de la Fiesta Nacional
Pero un par de años antes, en el mes de septiembre del año 1977, con un tratamiento humorístico taurino, Ediciones Sedmay edita el libro póstumo del mítico periodista y escritor Francisco Cerecedo, Figuras de la Fiesta Nacional.
Un libro genial,  que retoma, en el lenguaje taurino, las biografías de los doce políticos de mayor peso que concurrían a las primeras elecciones democráticas españolas, las Constituyentes,  como si fueran los grandes matadores  taurinos del momento.
Y narra, igualmente, la magnífica biografía de Adolfo Suárez, por sobrenombre El Posturas de la Moncloa,  nombre que también da título a este artículo y que reproduzco aquí en su totalidad, como merecido homenaje a la figura del primer presidente del Gobierno de la Democracia, que tuve el enorme privilegio de conocer y tratar.
 Porque, como certeramente expresó en el epílogo del libro de Francisco Cerecedo, el editor de Ediciones Sedmay, José Moyá: “El lector encontrará en estos artículos, el ingenio, la gallardía y la entereza de un hombre que supo decir lo suyo en el momento oportuno y la talla de un gran periodista. Un hombre joven, que su indudable talento, su pasión por la tarea diaria -era lo que se llamaba un infatigable trabajador- prometían a España, y al periodismo de nuestro tiempo, muchas más páginas de brillante agudeza; páginas que como éstas tenían asegurado el futuro, pues en Cerecedo el periodismo tenía un valor de testimonio de su tiempo, y es lógico que los testimonios perduren”.


Tenerife 1989. Bajando del trasbordador Yet  Foil entre las Islas Canarias.
Fotografía © Roberto Cerecedo


 Adolfo Suárez. El Posturas de la Moncloa
“Adolfo Suárez, El Posturas de la Moncloa, escribía Francisco Cerecedo el lunes, día 30 de abril de 1977, es, probablemente, el torero que mejor ha asimilado todo el rico repertorio de lances de la fiesta nacional de los últimos cuarenta años. Desde sus comienzos como novillero, se preocupó por situarse al lado de las grandes figuras que mandaban en los ruedos en cada momento, tomando nota de sus más hábiles recursos y de su saber estar ante las diferentes clases de ganado. Se inició en los secretos de la lidia en su Ávila natal, en la placita de toros del Consejo Diocesano de Acción Católica, donde prodigó hasta la reiteración los pases de rodillas, hasta que logró conectar con la todopoderosa empresa del Movimiento Nacional, S. A., exclusivista de las plazas más taquilleras del país, en donde comprendió la importancia de los ayudados por alto.
“Con notable modestia torera, siempre dispuesto a aprender de los maestros, no tuvo reparo en mudar su lugar habitual de veraneo a la Dehesa de Campoamor, en Orihuela, para tener la oportunidad de cruzarse por los caminos de la urbanización con el malogrado matador Luis Carrero, El Almirante, señor indiscutible de los ruedos hispanos en aquellos tiempos, que acostumbraba a pasar los meses de agosto en tal lugar. Tras la trágica muerte de El Almirante, en 1973, Adolfo Suárez, dolorido, no volvió a pisar aquellos pagos, donde viviera tan buenos momentos, y puso a la venta su apartamento”.
“Para completar su formación taurina, El Posturas de la Moncloa se aproximó a otro diestro de prestigio, Laureano López Rodó, El Niño de las Monjas y pronto se identificaría con el blando trote de los toros de la ganadería de monseñor Escrivá de Balaguer. No descuidó, sin embargo, el joven novillero frecuentar los círculos de los matadores más broncos, que también tenían enseñanzas que aportar. Y así, de la mano de Jesús Aparicio Bernal,  Angelito del SEU, peón de confianza de El Niño del Referéndum, tuvo acceso a la televisión y pudo corregir la técnica de sus pases con la moviola. A finales de 1975 tomó la alternativa de manos de Carnicerito de Málaga, quien, como regalo de doctorado, le entregó el Movimiento Nacional, S. A., empresa en quiebra”.
“No logró lucir sus condiciones toreras en esta época y debió limitarse a desempeñar un papel de eficaz segundón en la célebre corrida de Montejurra de 1976, a la sombra del Niño del Referéndum, auténtico triunfador en aquella ocasión. Su figura se agigantó a partir de julio de 1976, hasta que, finalmente, se convirtió en cabeza de cartel para la feria de junio de este año. Tan dilatado proceso de formación torera y conocimiento de la fiesta como ha desarrollado Adolfo Suárez tenía, lógicamente, que producir sus frutos. Algunos sectores de la profesión vinculados a los diestros Blas Piñar, Bombita, y José Antonio Girón, Fortunita de la Cruzada, le reprochan el haber traicionado las esencias de la fiesta nacional y haber instaurado en el ruedo ibérico el denominado pase del perjurio, que, en realidad, según los entendidos, no es más que el viejo lance del franquismo renovado. Pero El Posturas de la Moncloa no es torero de un solo pase. Entre sus faenas más comentadas de los últimos meses, los buenos aficionados nunca olvidarán aquella tarde de febrero en que Adolfo Suárez, adelantando el engaño, se llevó entre los vuelos de su capote a un toro de la acreditada ganadería de don Felipe González, para terminar colocándole un par de banderillas de psoe-histórico, a la media vuelta, en todo lo alto. Semanas más tarde, repitió la faena con una corrida de la ganadería de la Viuda del Centro Democrático, a la que trasteó con pases de todas las marcas rematados con un farol ceñidísimo. Para demostrar que manda en la fiesta se permitió devolver a los corrales a un toro incierto y reservón de la ganadería del Conde de Motrico, que traía mucho peligro. Seguro de sí mismo, estimulado por los aires de la sierra de Gredos, se halla convencido de que el premio Mayte de las urnas es suyo”.

   
Autobús campaña electoral 1989. Al fondo el autor del artículo. Fotografía © Quique Hidalgo

Jugando al mús con los periodistas. Fotografía © Roberto Cerecedo


Vivíamos en la carretera
Me subí al autobús electoral del candidato a la Presidencia del Gobierno, Adolfo Suárez González, nada más iniciarse la Campaña Electoral en la Plaza de la Independencia, esquina con la calle de Alcalá de Madrid.
Todo se hacía a la carrera. De una rueda de prensa en otra, de mitin en mitin y de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, devorando kilómetros convulsivamente. Comíamos poco. Dormíamos poco. El correr del trabajo, sin apenas descanso. Los largos desplazamientos, a veces más largos de lo esperados, en autobús. Se hacía vida en la carretera. A pleno pulmón. El líder convivía y daba charlas y mítines en el propio autocar de dos pisos, dotado de un pequeño baño, a los periodistas le acompañaban. Y las muchas horas de convivencia, había influido decisivamente en que el grupo actuara conjuntamente y dentro de la máxima colaboración.

Rueda de Prensa, Mitin y el Lema de la Campaña
En un céntrico hotel de la capital zaragozana estaba prevista  una Rueda de Prensa  nada mas llegar y seguidamente un Mitin en un conocido teatro. Había que darse prisa.
En la parte de afuera del autobús que nos transportaba a Adolfo Suárez, a su comitiva  y a la treintena de periodistas que lo acompañábamos, dirección a Zaragoza, situada a 325 kilómetros de la capital de España, se podía apreciar el slogan impreso de la campaña  del partido Centro Democrático y Social que lideraba: El centro avanza. 
Lema de campaña que me pareció oportuno capturar en una instantánea, junto a su principal protagonista saliendo del autobús, en la primera parada que hiciéramos.Al  llegar, salí de los primeros y preparé mi Nikon. La luz y el lugar era el ideal. La puerta de salida, por donde aparecería frente a mí y la palabra Avanza encima del dintel. A mi lado, los periodistas gráficos, literarios y radiofónicos locales afanándose en buscar el mejor sito.
Pero de improviso, el autobús parado se deslizó inconscientemente unos pasos, el conductor frenó bruscamente y el líder que todos esperábamos apareció tras una cortina sentado, en el cuarto de baño. Fue una aparición de millonésimas de segundo. La suficiente para tomar una instantánea. Nadie la tomó. No era, ni muchísimo menos, una imagen relevante de campaña. Pero yo por si las moscas me aseguré, incordiando distraídamente lo necesario con mi cámara, mis rodillas, brazos y cuerpo, para preservar su intimidad.
No hablamos de ello. Pero se, que este hecho intrascendente no pasó desapercibido para él, ni para los miembros de su equipo. Y la fotografía que tenía pensada de su salida, con el slogan  Avanza en el dintel de la puerta, pude tomarla minutos después. Y hoy permanece expuesta y forma parte de la exposición colectiva Tiempos Inciertos, organizada por la Asociación de Periodistas Gráficos Europeos, en el Centro de Prensa Internacional de Madrid, calle de María de Molina, 50,  hasta el  miércoles día 30 de abril, en horario continuado de 10:00 a 20:00 horas, de lunes a viernes.

Tu vienes a cazarlo
De Zaragoza nos fuimos a  Logroño, dirección Pamplona, camino de Bilbao. Luego a Santander, Gijón, Oviedo, Galicia y León, antes de almorzar en el autobús y volver presurosos a Madrid, de la que nos separaban todavía 333 kilómetros, con toda la información, los cassettes y los rollos de película impresionados, bien guardados en las respectivas bolsas de trabajo, lista para cobrar vida en los medios del día siguiente,  antes de irnos a descansar unas horas y continuar viaje a Andalucía.
El autobús saldría de nuevo presuroso, al día siguiente, desde la Plaza de la Independencia, hacia Córdoba, Jaén,  Granada, Sevilla, Málaga., Huelva, Cádiz. Recuerdo bien aquella jornada maratoniana e inolvidable, de la que aprendí mucho.
Y ocurrió que  se acercó a mí el jefe de prensa de la Campaña de Suárez, el periodista Santiago González.
-Con la profesionalidad que tienes y los años de oficio a tus espaldas, tú vienes  a cazarlo. Me espetó sin rodeos.
-No. Mira Santiago. Es cierto que afortunadamente cuento con  el oficio y la suficiente profesionalidad para conseguir hacer  lo que me proponga. Y que he pactado con casi todos los medios de comunicación españoles y algunos europeos, que no han enviado a sus profesionales porque estoy yo aquí. Pero no olvides que viajo con vosotros, en un ambiente de absoluta profesionalidad, confianza, respeto mutuo y ética .Y las muchas horas de convivencia han influido decisivamente en que todos actuemos conjuntamente dentro del máximo respeto, profesionalidad y colaboración necesaria.
Para tu tranquilidad te diré, que he visto algunas escenas relajadas, que no me han parecido oportunas recoger. Pero nadie podrá decirme que no cumplo con mi trabajo. O que he contraído el Síndrome de Estocolmo, que me hace no ser objetivo.
Y nada mas acabar de decírselo, ocurrió, que Adolfo Suárez se encontraba en el baño, a pocos pasos de donde nos encontrábamos los dos y lo había oído todo.
-Gracias Roberto, fue lo primero que dijo en cuanto se nos unió. Sé de tu respetuosa actitud, en lo ocurrido el otro día en Zaragoza. Y que me has visto dentro del autobús con la toalla secándome el sudor y la camisa empapada, después de haberlo dado todo. Y sin fuerzas,  recobrando el aliento tras el telón del escenario después del mitin. O agotado, dormitando a pierna suelta en el asiento, tras una larga jornada. Y en estos, y otros muchos casos, has respetado siempre mi intimidad. Y ha primado en ti tu enorme profesionalidad y has evitado hacerme ninguna foto.
-Gracias a ti. Adolfo. Procuro hacer bien mi trabajo. Es un privilegio caminar a tu lado

¿Tú otra vez?
Al llegar a Madrid tomé rápidamente un taxi, para distribuir, disciplinada y diligentemente, a todos los medios de comunicación el material tenía concertado. Y sin pérdida de tiempo me dirigí a mi domicilio para meterme en la cama y recuperarme del cansancio, aprovechando las escasas horas de sueño que mediaban antes del amanecer y poder incorporarme  a la caravana de Suárez.
Deseaba volver. Era una verdadera obsesión. No he conocido a nadie que haya seguido una Campaña Electoral y no haya deseado volver. Y al verme, otra vez, al día siguiente, me preguntó extrañado:
-¿Tú otra vez?
-¿No quieres que venga? Le respondí.
-No. No. Todo lo contrario. Estoy encantado que lo hagas, me dijo rodeándome con su brazo derecho y caminando un buen trecho abrazado a mi, que le agradecí enormemente. Era un privilegio.
-¿Me he portado bien? Le dije irónicamente.
Tú siempre te portas bien. Eres un grandísimo profesional y todo un maestro en la fotografía. He visto todas tus magníficas imágenes publicadas en todos los medios estos días. Y aprovecho para pedirte un grandísimo favor: Que me des una selección de tus mejores imágenes al final de la Campaña.-Muchísimas  gracias Adolfo. Cuenta con ello.
El líder del Centro Democrático y Social, Adolfo Suárez, junto con el líder del Partido Socialista, Felipe González y el del Partido Comunista, Santiago Carrillo, era, el más interesante personal e informativamente. Por el que se podía apostar. El más aceptado y el mejor situado para una buena cobertura periodística.
Los tres eran excelentes comunicadores, facilitaban la captación de buenas imágenes y daban buenos titulares. A eso cabía añadir su empatía, cordialidad y encanto personal.
No podía desaprovechar la oportunidad de viajar junto a él. Y el de darle mis fotos.
                           
Pensativo Madrid. Fotografía © Roberto Cerecedo

Adolfo Suárez, en familia siguiendo los resultados de las elecciones. Fotografía © Roberto Cerecedo



 A pie de obra y con el trabajo bien hecho
Lo cierto es que Adolfo Suárez González, nació en Cebreros,  un pequeño pueblo de la provincia española de Ávila, el día 25 de septiembre de 1932,  en el seno de una familia media acomodada. Y otro día, del mes de julio de 1976, fue designado por el rey Juan Carlos I, el primer presidente del Gobierno de una Monarquía Constitucional, repuesta la legalidad  institucional, tras el golpe de estado del general rebelde y golpista Francisco Hermenegildo Teúdulo Franco Bahamonde.
Comía poco. Fumaba mucho. Bebía mucho café. Era también un  poco chuleta de pueblo y todos sus paisanos lo sabían. Él también. Tal es así, que en Ávila, su tierra natal, él mismo me sugirió en un alto en el camino, que si me gustaba la carne pidiera en un conocido restaurante Un Suárez. Lo hice. Y me sirvieron un enorme chuletón de carne de ternera, poco hecho.     
Desafortunadamente falleció en la Cínica Cemtro de la avenida Ventisquero de la Condesa de Madrid, a las quince horas y tres minutos del domingo 23 de marzo de 2014, a los ochenta y un años, de un grave alzhéimer degenerativo.
Su padre le vaticinó que sería el presidente de la III República Española. Y él se quedo en  la Presidencia del Gobierno de España por designación real. Presidencia que renovó, tras pasar por las urnas por la Unión del Centro Democrático y convertirse en el primer presidente de nuestra reciente democracia.
Fue enterrado el día 25 de marzo de 2014 en la Catedral de Ávila, al lado de su mujer Amparo, su gran amor y a escasos pasos de la tumba del presidente de la II República en el exilio, Alfonso Sánchez Albornoz, con honores de Estado y con el cariño de la mayoría del pueblo español, como solo mueren los grandes líderes: A pie de obra y con el trabajo bien hecho.  

Dictadura por Democracia
Y sabemos hoy, que el aeropuerto de Madrid Barajas, se llama a  partir de ahora Aeropuerto Adolfo Suárez en su memoria, equiparándonos a los de otras ciudades del mundo, que portan el nombre de importantes líderes políticos locales.
Excelente ocasión, sin duda, para cambiar, de una vez por todas, el nombre de todas las calles dedicadas a aquel general golpista bajito, regordete, de voz atiplada, de funesto recuerdo, de toda nuestra geografía española, por el de los nombres de nuestros presidentes democráticos. Un buen cambio: Dictadura por Democracia.

                         
Mitin a sus paisanos. Avila 1989. Fotografía © Roberto Cerecedo

Con su segundo, José Ramón Caso. Bilbao 1989. Fotografía © Roberto Cerecedo


Abiertos al mañana y el mañana abierto al infinito.
Porque, afortunada y esperanzadamente, como ya  dejó dicho el Duque de Suárez en su postulación a la presidencia del Gobierno de España: “Estamos abiertos al mañana y el mañana está abierto al infinito”, recordando los versos de nuestro mejor poeta, Antonio Machado, del que se cumple el setenta y cinco aniversario de su partida.

Y nos queda el trabajo bien hecho de El tahúr del Misisipi, como bien lo denominó el vicepresidente del Gobierno de España, Alfonso Guerra.

Y las frases certeras del presidente Suárez,  que tan oportunamente partieron de su boca en los momentos decisivos de la historia de España:
“Hacer un Estado nuevo de un Estado antiguo”, para enterrar la Dictadura. “Hay que elevar a categoría de normal, lo que es normal a nivel de calle”, para impulsar la Transición a la Democracia. “Puedo prometer y prometo”, para solicitar el voto. “Almorzaré una tortilla francesa muy hecha, y  un café con leche”, para mantener el pulso a los debates. “Me quieren, pero no me votan”, su único lamento.
O  el “Me voy sin que nadie me lo haya pedido”, para un despedirse hasta siempre.

© Roberto Cerecedo. Todos los derechos reservados.
Madrid. Miércoles 28 de marzo de 2014. Fiesta de la Reconquista de la ciudad de Vigo.