jueves, 11 de febrero de 2016

LA MATANZA DE ATOCHA, BLAS PIÑAR Y SUS INTELECTUALES




La interminable comitiva fúnebre a su paso por la Plaza de Colón.
Fotografía © Roberto Cerecedo                       

Blas Piñar. El Bombita
Al desaparecido notario madrileño Blas Piñar López, fallecido el pasado año, el más fiel guardián de la ultraderecha en España, más conocido por El Bombita, más conocido por sus fechorías de varios de sus correligionarios y guardaespaldas, le gustaba rodearse de intelectuales.
Tres, de los que Blas Piñar calificaba de intelectuales, formaron parte de la pandilla de asesinos que cometió la execrable matanza de los abogados laboralistas de la calle Atocha de Madrid.
 
Figura de la Fiesta Nacional 
Como certeramente nos lo recordó el mítico periodista y escritor, Francisco Cerecedo en sus Figuras de la Fiesta Nacional en el libro La Última vez que nací, Ediciones B, colección Memorama, recopilado por su hermano Roberto Cerecedo, a Blas Piñar le gustaba rodearse de intelectuales:
 
Blas Piñar y sus intelectuales
A Blas Piñar López, Bombita, matador que, al igual que lo hicieran en su época los diestros Juan Belmonte y Domingo Ortega, gusta rodearse de intelectuales. Baste recordar, entre sus mas célebres contertulios de los últimos tiempos, a José Fernández Cerrá –autor de la Crítica de la razón pura-El ser y la nada-, Fernando Lerdo de Tejada –Sobre la esencia-, y José Ignacio Fernández Guaza –El discurso del método. En este ambiente de general aprecio a la cultura que se respira en el entorno del Bombita, contra lo que pudiera parecer, no ha dejado de causarle problemas. Finalmente solucionados, justo es reconocerlo, por la encomiable comprensión de las autoridades hacia las cuestiones del intelecto.
 
Afición por la lectura   
Y así describía mi hermano Francisco “Cuco” Cerecedo la afición de Blas por la lectura: 
En ocasiones, en el apasionamiento de tales tertulias taurinas, discutiendo algún lance o alguna fecha, los incondicionales del diestro Blas Piñar no han vacilado en abandonar la reunión, incluso por la noche, y dirigirse a cualquier librería, rompiendo los escaparates, para solventar sus ansias de conocimiento.
 
La violencia de sus seguidores
O la violencia de sus seguidores: 
“Las corridas en donde interviene Bombita siempre suelen tener el mismo final apoteósico y polémico: nada mas arrastrado el enemigo, los peones de Blas Piñar recorren los tendidos, estoque en mano, y obligan a levantar el brazo a los espectadores pidiendo las orejas, mientras entonan un alegre pasodoble. La crítica ortodoxa protesta por los métodos de la cuadrilla de Bombita, que considera anti taurinos, pero Blas, por sus conexiones intelectuales, sabe defenderse: Esta campaña nos produce el orgullo de sabernos elegidos para llevar la cruz por Dios y por la Patria.   
  
Salida de los féretros del Palacio Justicia, con la bandera a media asta. 
Fotografía © Roberto Cerecedo

El entierro. Un multitudinario acto de reconciliación y de paz
El entierro de tres de los abogados laboralistas de la calle Atocha de Madrid, vilmente asesinados por José Fernández Cerrá, Fernando Lerdo de Tejada y José Ignacio Fernández Guaza, a las diez  y media de la noche del día 24 de enero de 1977, hace hoy exactamente 39 años, fue el más impresionante acto de solidaridad y repulsa que se celebró en la capital de España. Y,  sin duda, el acto más multitudinario que organizó la oposición al franquismo, como sentido homenaje a quienes dieron, con su muerte, su último aliento a la reconciliación y a la paz entre todos españoles.


La nómina de asesinos
De los tres asesinos, juzgados, condenados y confesos, Carlos García Juliá, que estaba encarcelado por tráfico de drogas en Bolivia, se escapó durante un permiso. José Fernández Cerrá salió en libertad condicional, tras cumplir quince años de prisión.  Y Fernando Lerdo de Tejada, está actualmente huido de la justicia y en paradero desconocido, aprovechando igualmente un permiso penitenciario de fin de semana concedido por el juez Rafael Gómez Chaparro.


                                                                 
 Blas Piñar y Carlos García Juliá. Fotografía © Diario 16



La Fiesta de Blas
Nunca se arrepintieron. Y, como en una macabra Fiesta de Blas, cada veinticuatro de enero los autores de la Matanza de Atocha celebraban en prisión su hazaña con una buena mariscada. Y los autores de aquella execrable matanza volvían a sus celdas con sus estómagos agradecidos y con una copa de más. Nunca, nunca, nunca, ninguno de los reclusos con los que compartían celda, patio o prisión, ni los funcionarios, ni el mismísimo alcaide, les pusieron trabas para poder celebrarlo.


Fernando Lerdo de Tejada. Fotografía © Ministerio Interior 
José Fdez. Cerrá.  Fotografía © Ministerio Interior


















  No consiguieron su propósito
Pero los asesinos, sus incitadores y sus protectores no consiguieron su propósito. Y miles de personas salieron a la calle aquel miércoles 24 de enero de 1977 y dieron un último hasta siempre a las víctimas de la calle Atocha, en perfecto orden y organizado por el Partido Comunista de España  PCE que dirigía Santiago Carrillo.
Porque si, al por entonces Ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, aparentemente, le faltaban policías para evitar la masacre, al Partido Comunista de España y demás partidos de izquierdas les sobraban militantes para montar un efectivo servicio de orden.
Y con brazaletes rojos y los brazos entrelazados, el servicio de orden rodeó la Capilla Ardiente, instalada en el Palacio de Justicia.

    En el centro de la imagen, los Secretarios Generales de los Sindicatos  de la Unión  General de Trabajadores UGT y de Comisiones Obreras CCOO. Nicolás Redondo y Marcelino Camacho. Fotografía © Roberto Cerecedo



Capilla ardiente
Capilla ardiente fue instalada en el Palacio de Justicia, dentro del propio Colegio de Abogados, de una a cuatro de la tarde del miércoles.
Capilla ardiente que se consiguió gracias al consenso, a los esfuerzos y a la fructífera negociación de destacados personajes políticos integrantes del Colegio de Abogados, como Felipe González Márquez, Secretario General del Partido Socialista Obrero Español PSOE, Enrique Tierno Galván, Secretario General del Partido Socialista Popular PSP, Joaquín Ruiz Jiménez, de Izquierda Democrática ID o Joaquín Satrústegui, monárquico liberal, con el Presidente Adolfo Suárez González. 
Ya que el Gobierno de la Nación, presidido por Suárez, temía que, aquella misma noche, pudiera producirse un fatal desenlace de los secuestros del Presidente del Consejo de Estado, Antonio María Oriol y Urquijo y del Presidente de Justicia Militar, Teniente General Emilio Villaescusa, en poder de los GRAPO y consideraba peligroso un velatorio de mas de veinticuatro horas.

 
                                          El efectivo servicio de orden. Fotografía © Roberto Cerecedo


El Partido Comunista organizó y garantizó el funeral y el orden
Y dos prestigiosos letrados, Manuela Carmena, actual alcaldesa de Madrid, que también hubiera estado ese día en el despacho laboralista de Atocha el día de la matanza, si no fuera por una llamada de teléfono que la hiciera salir momentos antes de la entrada de los asesinos y la salvo de una muerte certera, y José María Mohedano, tuvieron un papel decisivo y no menos sorprendente, en las negociaciones con el Gobierno, para que el Partido Comunista de España PCE, que por aquel entonces era ilegal, no solo organizase el funeral en el Palacio de Justicia, sino que garantizase el orden dentro y fuera, en la calle Y un eficaz servicio de orden de voluntarios canalizaba la fluidez de las colas y organizaba a la enorme multitud, al paso del triste cortejo fúnebre, en contadas a veces, megáfono en mano

 
Claveles rojos y símbolos en el hasta siempre.  Fotografía © Roberto Cerecedo

Santiago Carrillo
Tal fue así, que media hora antes del entierro llegó Santiago Carrillo, el Secretario General del ilegal Partido Comunista de España PCE, que fue llevado, casi en volandas, por una docena de guardaespaldas. Y aquel grupo compacto se movía por los pasillos y las salas del Palacio de Justicia como un hermético tanque humano. Y pudo, a pesar de las numerosas personas que se apresuraban a saludarle, presidir durante varios minutos, la capilla ardiente, arropar a los desconsolados familiares, compañeros, amigos y departir con el Presidente del Colegio de Abogados, Pedrol Rius.
 
 

Familiares de Ángel Rodríguez. Fotografía © Roberto Cerecedo


Un silencio respetuoso
El grito, de un silencio espeso, respetuoso, impresionaba enormemente y cortaba el aire de esa fría mañana de enero y se hacia mas patente en los rostros, ojos y hasta en las gargantas silenciadas de familiares, abogados, compañeros y amigos. No hubo intento de ruptura de dolor, gritos o  de  aplausos. Tan solo se apreciaba el ruido cansino del rotor de las hélices de los helicópteros de la policía de tráfico,  que se había encargado de cortar el tráfico en toda la zona.
Quedaba el silencio. Tan solo cortado por el grito silencioso de un numeroso bosque de puños en alto y de las numerosas coronas. No cabían más coronas dentro del Palacio de Justicia, que llegaban en grandes oleadas de todos los partidos políticos de la oposición democrática, de sindicatos, de profesionales, obreros, de un sin fin de movimientos ciudadanos: asociaciones de vecinos, de amas de casa, clubs juveniles. No en vano, el prestigioso y solidario Despacho Laboralista de la Atocha llevaba años asesorando eficazmente y defendiendo a numerosos profesionales, obreros y a infinidad de movimientos ciudadanos. Eran un puñado de personas solidarias y machadianas. En el más amplio sentido de la palabra buenas.      

 

El entierro en el Cementerio de la Almudena. Fotografía © Roberto Cerecedo


Iban a por ellos
Como se sabe, a eso de las diez y media de la noche, los tres intelectuales de extrema derecha: Juliá, Cerrá y Lerdo aparcaron su impecable, pulcro y limpio automóvil utilitario frente al número 55 de la calle de Atocha de Madrid y subieron precipitadamente escaleras arriba hasta el Despacho laboralista. Allí preguntaron por el sindicalista Antonio Navarro, que se encontraba en la cafetería del inmueble y  comienzan a disparar sus pistolas Parabellum semiautomáticas y sus Browning Star contra los presentes. Resultando asesinados los abogados laboralistas que estaban  en ese momento en el despacho: Javier Benavides, Javier Sauquillo y Enrique Valdevira. Y el estudiante Serafín Holgado y el administrativo Ángel Rodríguez. Y resultaron heridos de gravedad, al ser afortunadamente protegidos por los cuerpos de sus compañeros abatidos, al caerles encima: Lola González Ruiz, Alejandro Ruiz-Huerta y Luis Ramos.

© Roberto Cerecedo. Domingo 24 de enero de 2016. Todos los derechos reservados. 
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Escrito en Madrid, en la tarde noche conmemorativa del Treinta y Nueve Aniversario de la Horrible Matanza Laboralista de la calle Atocha Madrileña, ocurrida el miércoles 24 de enero de 1977, a las 22:30 horas, a las diez y media de la noche.