domingo, 3 de marzo de 2019

¡EA, EA, EA! ¡QUÉ LOS TAXISTAS SE CABREAN!

Discusión entre dos jóvenes taxistas y uvetecistas. Fotografía © Roberto Cerecedo

A mano alzada
Lo recuerdo muy bien. Como si fuera hoy.
Fue una noche cerrada, a edad temprana, en los albores de mis primeros nueve años, al final de una conocida calle de mi ciudad natal, de cuyo nombre no quiero acordarme. 
En España mandaba un general y mi hermano mayor me sujetó protectoramente mi mano derecha de niño, con la palma de su mano izquierda, y alzó su mano derecha, en cuanto divisó una diminuta luz verde en el horizonte que sobresalía por encima del capó de un coche oscuro.
El vehículo, un automóvil cuadrado, compacto, negro, de cuatro puertas, parpadeó sus faros delanteros una vez, aminoró su marcha y se paró a nuestro lado.
En cuanto lo hizo, mi hermano me soltó delicadamente su mano protectora, abrió la puerta de atrás del vehículo del lado del arcén, me bajó el cogote, con su mano derecha, para que no me golpeara la cabeza al entrar y me introdujo suavemente dentro, en la parte de atrás del vehículo de un suave empujón.

El taxi 

Alegre, despierto y confiado, entré en el automóvil. Pero pronto descubrí que aquel pequeño habitáculo no era tan cómodo y empático como esperaba y estaba mas oscuro de lo que pensaba. Y el asiento, de dos plazas, de la parte de atrás, de color negro,  forrado de cuero sintético negro, se me pegaba a las pantorrillas como el chicle, y emitió un lamentoso y sincero quejido bajo mi peso de niño, en cuanto posé mi mano y coloqué mis posaderas encima. Y en el suelo había numerosos papeles pegajosos.
Afortunadamente, mi hermano mayor entró y se sentó a continuación, a mi lado. Lo que me tranquilizó.

El conductor

Pero le enseguida le lancé una mirada sorpresiva e inquisitoria, en cuanto me percaté, que en el asiento delantero y al volante de aquel coche negro estaba un señor mayor que no conocía, al que no había visto nunca, corpulento, de cabello laceo, negro y grisáceo, vestido con un jersey oscuro y cara de pocos amigos. 
Además, la parte de atrás del interior del vehículo, además de oscura, era bastante incómoda, olía enormemente a tabaco, el suelo estaba bastante sucio y pegajoso y, mi hermano mayor, de casi un metro ochenta de altura, no sabia muy bien que hacer con sus dos piernas para encontrarlas un lugar adecuado. 
Al fin, tras varios intentos fallidos, lo consiguió, dio cortés y educadamente las buenas noches a aquel hombre desconocido, y nombró, en voz alta, el nombre de una calle céntrica de la ciudad.

La maquina de la banderita de latón y de los números rojos y amarillos
Aquel buen hombre no respondió al saludo de mi hermano mayor, como cabría esperar. Lo que me desconcertó. Por toda respuesta, el hombre desconocido, con un enorme puro habano que sujetaba firmemente entre sus dientes, se inclinó sobre si, hacia delante, y empujó hacia abajo, con un gesto enérgico, una pequeña banderita de hoja de lata de color negro que sobresalía de una maquina de metal, también negra y voluminosa, que tenía frente a sí. 
Y antes de que le diera tiempo a sacar aquel inmenso puro de su boca, almenada de grandes y pequeños dientes negros y amarillos y exhalar una larga bocanada de humo, que invadió toda la instancia y me hizo toser,  los afiches de la maquina registradora negra, conteniendo varios números de colores rojos y amarillos, empezaron a moverse alocadamente, uno tras del otro. 
Y en cuanto comprobó que se visualizaron aquellos números, en una pequeña ventana horizontal, el conductor devolvió el puro a su boca, se apretó bien el cinturón de su pantalón negro, se asió fuertemente al volante del automóvil, puso una marcha y apretó el acelerador.

La marcha

El coche inició su marcha, en cuanto aquel hombre se animó un poco. Aunque sin demasiados excesos.
El paisaje transcurría deprisa. Pero a mi, lo que recabó toda mi atención, fue la maquina de la banderita de latón y de los números rojos y amarillos frente al asiento del conductor, que me recordaba la máquina registradora que había visto en la panadería de la esquina de nuestra casa. Pero esta vez los números, que salían en una ventanita horizontal, eran automáticos y corrían alocadamente ellos solos, como por su cuenta, uno tras otro, en una carrera sin fin, sin necesidad que Ramón, que así se llamaba el amable, cariñoso y atento panadero de la esquina, tuviera necesidad de teclearlos uno a uno, y sin que, sonriente, me diera una golosina al salir.

El trayecto
Durante el trayecto, a casa de nuestros padres, trasmití alguna  mirada que otra de sorpresa, incredulidad e inquietud. Inquietud que mi hermano mayor percibió enseguida y  me tranquilizó al instante, enviándome mensajes tranquilizadores con su sonrisa irónica y cordial, sabedor que era mi primer viaje en taxi y que luego me lo explicaría.

El primer viaje

Mi primer viaje, pues, lo hicimos en silencio, con algún que otro intercambio de sonrisa cómplice entre los dos, mientras que, con enorme curiosidad, observaba  la maquina de la banderita de latón y de los números rojos y amarillos, y mi cabeza se llenaba de preguntas sin respuesta.
Hicimos el recorrido a casa de nuestros padres, en unos cuantos minutos, en un automóvil desconocido, que conducía alguien totalmente desconocido y en silencio, mientras absorto observaba el correr alocado de aquellos números rojos y amarillos de la maquina  y la banderita de latón. Y, en alguna ocasión, dirigí distraidamente mi mirada, sin demasiado interés, al oscuro paisaje de luces y sombras nocturnas que discurría tras el cristal cerrado de la ventana, sin fijar la vista en nada en particular.
Parece ser, que nos desviamos del recorrido. Al menos  un par de veces. Y mi hermano mayor le indicó el sentido de la marcha correcto a aquel hombre, al menos, otras tantas veces. No había prácticamente tráfico en aquella hora nocturna, pero el taxista titubeaba el recorrido y daba alguna vuelta que otra, mas de la necesaria.

Una explicación convincente
Llegamos.Y en cuanto se detuvo el coche, mi hermano mayor me hizo un gesto de espera con la mano. El conductor se inclinó sobre aquella negruzca alocada máquina, que en ocasiones emitía un sonido quejica y chirriante y devolvió la banderita de latón a su verticalidad. Y, !al fin¡ Al fin se detuvieron los números rojos y amarillos en aquella alocada carrera. 
Tras ello, mi hermano mayor dirigió su mirada hacia la máquina, comprobó los números que se visualizaban en la ventanita horizontal de aquella máquina registradora y le dio unos cuantos billetes al conductor del vehículo, junto a algunas monedas sueltas por encima de lo que señalaba la máquina para, seguidamente, darle las buenas noches y descender del automóvil.
El conductor, esta vez si, emitió un adiós entre dientes, con el puro mermado y alicaído en su boca negra y amarillenta, como sintiéndose aliviado de haberse librado de nuestra grata compañía.    
Ya en la calle, solos, el taxi salió disparado y antes de entrar en el portal de casa y desprendernos de los varios papeles que había en el suelo del coche adheridos a nuestra ropa y nuestros zapatos,  mi hermano mayor me miró con esa mirada suya irónica y cordial que me inspiraba protección y confianza. Y como me vio expectante, a la espera de una explicación por su parte convincente y complementaria, me inculcó los últimos consejos de aquel primer viaje, en mi atento cerebro de gallego respondón.



Spatium. Espacio Que se refiere a la materia, el terreno o al tiempo. Fotografía © Pasquale Caprile 2007

Lo entenderás cuando seas mayor
El coche, que hemos tomado, es un taxi, me explicó. Y la maquina, de la banderita de latón y de los números rojos y amarillos, que tanto te ha llamado la atención, que has visto, frente al asiento del conductor, se llama taxímetro. Y sirve para contabilizar el precio del trayecto que hemos hecho y que hay que pagar después al conductor. Aunque no siempre sea la correcta, y no siempre sea el trayecto mas corto y adecuado por donde nos ha llevado. Ironizó.
Los taxistas, me advirtió, aunque lo entenderás mejor cuando seas mayor, son unos señores empresarios que tienen sus propias empresas privadas de automóviles, sus propias reglas y un permiso, una licencia, la llaman, para poder conducirlos por la ciudad y  para llevar a las personas como nosotros a donde se les diga.Aunque, no siempre, por el camino mas corto.Como has visto.
También, aunque no sea legal,  alquilan sus taxis a otras personas, a cambio de un sueldo de miseria por trabajar mas de doce horas al día para ellos.
Las licencias, las venden, cuando les da la gana y les viene bien, para sacar mas dinero, o la  traspasan a sus hijos, a familiares mas cercanos, amigos y conocidos. Aunque tampoco sea legal. 
Los taxistas, trasladan a la gente en sus coches particulares por las ciudades, a cambio de un dinero que lo miden los taxímetros. Taxímetros, que son fácilmente manipulables.
Pero de momento, me advirtió, hasta que fuera mayor, no podía tomar un taxi sin ir acompañado, puesto que no sabia con quien me iba a encontrar. Y que, cuando fuera mayor, y lo entendiera bien todo, podía parar un taxi, a mano alzada, como lo había hecho él. O tomarlo en los sitios y en las paradas que tenían habilitadas en toda la ciudad, en las entradas de los hoteles, cines, teatros o en las salidas de la estación de tren, de autobuses y en el aeropuerto.
También, que se podía llamarlos por teléfono para que acudieran.

Una batería de preguntas

Me quedé muy pensativo. Actitud que él advirtió enseguida. 
Mi hermano mayor, además de proporcionarme seguridad y ocuparse de mi, era listo, irónico, inteligente, vivo y tranquilo. 
Y era mi primer viaje en taxi y muchas las cosas que no entendía bien. No podía esperar a que fuera mayor. Por lo que a una invitación suya, era enorme la química entre nosotros, le formulé una batería de preguntas.
Recuerdo ahora, que una de las primeras cosas que le pregunté, fue, el porqué los taxistas, siendo empresarios privados y teniendo una empresa privada, disponían de sitios y de  paradas en la calle para ellos solos. Además por toda la ciudad, delante de los hoteles, cines, teatros. Y también en las estaciones de tren, de autobuses y hasta en el aeropuerto.
Le pregunté también, con mi inocencia de niño, si yo podía obtener también una licencia, como ellos,  para llevar personas en mi coche cuando fuera mayor por la ciudad.
También, el porqué el taxista que paramos, no nos llevó por el camino mas corto.
Y cómo se pueden manipular los taxímetros, para ganar mas dinero, tener empleados con sueldos de miseria que trabajaran para mi, aunque no fuera legal y otras muchas preguntas, por el estilo, que formulé a mi hermano mayor que se ocupaba de mi, con su beneplácito, en la edad de la inocencia y la sinceridad que conlleva la ingenuidad de un niño.
Él  sonrió, con su sonrisa abierta, irónica y cordial, con cada una de mis sinceras, fundadas y ocurrentes preguntas, y me contestó diciendo que tenía que esperar. Que entendería y conocería esas y otras muchas respuestas, en cuanto fuera mayor.

El tiempo es algo que pasa muy deprisa

Pero el tiempo es algo que pasa muy deprisa. Y a medida que abandona uno la infancia, la adolescencia, la juventud y se adentra en la madurez, este aspecto se intensifica mas.
Son muchas las veces que me he formulado las mismas preguntas. Y muchas las ocasiones en que tomado taxis a lo largo de este tiempo. A veces para trayectos cortos. Otras para largo recorrido. A veces, casi me he gastado el sueldo del mes en ellos. Sobre todo en una ciudad como Madrid con un tráfico estresante. También en Barcelona. Y a medida que el taxi se consolidaba, como mi principal medio de transporte en las grandes ciudades, muy por encima del metro y del autobús municipal, un cúmulo de situaciones, del todo punto imprevisibles, se iban acumulando en mi haber. Aunque,  que en ningún momento pretendiera que fueran elevadas a la categoría de lo normal.   



Un CAB Londinense. Fotografía © Roy Lomas

Los CAB londinenses 
En mi primer viaje a Londres, descubrí los elegantes, cómodos y  famosos  CAB londinenses fabricados en el año 1948, tras la segunda guerra mundial, con carrocería de fibra de vidrio de casi cuatro metros y medio de longitud y mas de metro y medio de ancho, que me dejaron fascinado. Y comprendí que había otros mundos. Muy distintos a los que había conocido hasta entonces. Y que lo mejor está siempre por venir.
Los automóviles, fabricados por la casa Austin, habían sido hechos en exclusiva para los taxistas de Londres. Y habían sido diseñados en colaboración con los propios taxistas londinenses, para así cubrir y satisfacer sus necesidades y las de sus clientes. Y su altura, de casi un metro y medio, me permitió entrar en ellos con cierta holgura, casi de pie, casi sin agacharme.
Y el  espacioso compartimento de pasajeros, con reposa cabezas, aire acondicionado y calefacción, disponía de cinco plazas abatibles en la parte de atrás, independizadas del conductor, por una mampara de seguridad en beneficio del cliente y del propio conductor.
La tarifa de la carrera la pagué desde fuera, al final del recorrido, para una mayor seguridad.
La comodidad, seguridad y mi intimidad fue casi total.
Los taxis de Londres, tienen fama de haber dado apoyo y cobertura a grandes eventos. Participado en bodas majestuosas. Haber transportado a reyes, princesas, famosos, y gente del mal vivir. Y dentro de ellos se han establecido grandes pactos y se han firmado grandes negocios.
Fue un privilegio, el viajar en varios de ellos, durante mi estancia en Londres.

Los taxis madrileños
Al volver a España, ya en Madrid, qué buena idea sería el exportar la elegancia, el servicio, la comodidad y la seguridad del taxi londinense, compartí un taxi madrileño con dos encantadoras turistas escocesas, que conocí en la parada de servicio de autobuses del aeropuerto de la estación de Victoria de Londres. Autobús municipal que tomamos juntos y que, prontamente, nos había trasladado al aeropuerto de Gatwick londinense, para tomar el vuelo de Iberia de retorno a Madrid.
Julie y Ahsley, que así se llamaban mis dos alegres, guapísimas y encantadoras acompañantes, que nunca olvidaré, deseaban conocer Madrid con todo detalle. Los lugares de ocio, los espectáculos, su comida, su bebida, sus gentes. Y al llegar, en el aeropuerto de Madrid Barajas, tras una interminable cola, tomamos un taxi y le di la dirección exacta al taxista, escrita en un papel, del céntrico hotel en donde se alojaban las dos chicas escocesas. Y fuimos, todo el trayecto, ellas y yo, haciendo uso del idioma de Shakespeare.

Son dos mil pesetas
El taxista nos condujo en la buena dirección, sin vueltas innecesarias. Es verdad. Y, al llegar al hotel, el taxímetro marcaba algo menos de doscientas pesetas de la época. Rápidamente, el taxista redondeó al alza. Pero esta vez demasiado. Son dos mil pesetas. Nos dijo convencido. Toda una fortuna para la época.
Se sintió molesto cuando le protesté. Con grandes espavientos. Y se sorprendió, todavía aún mas, cuando hice un correcto y fluido uso del idioma de Cervantes, para decirle, ante su insistencia, que muy bien, que si la tarifa creía que era la correcta le daba las dos mil pesetas sin rechistar. Pero que lo haría en la comisaria de policía más próxima. 
Me contestó que no era necesario, puesto que él era policía. Lo  que no me estrañó, pues posiblemente lo sería. Dado que, en aquel tiempo, un número importante de licencias madrileñas eran acaparadas por la temible policía de la brigada política social. Y había que tener sumo cuidado en el contenido de las conversaciones, no fuera ser que acabara uno en una comisaría de policía.
Afortunadamente, no fue necesario. El recepcionista del hotel, que amable, atento y solícito nos había abierto la puerta del taxi,  se percató enseguida  que ocurría algo anormal y me preguntó si podía ser de ayuda. A lo que el taxista respondió, cabreado, que no era necesario, se volvió hacia mi, recogió los dos billetes de cien pesetas cada uno que le ofrecí, salió del vehículo, abrió el porta equipajes trasero, no llevaba vaca, y nos dio nuestras tres maletas con cara de pocos amigos, al no haber conseguido su propósito del cobrarnos de mas. Y sin decir ni adiós se subió al volante del taxi, puso una marcha, apretó el acelerador y se fue a toda prisa.  

Famosos

El tiempo había pasado muy deprisa. Mas de lo que pensaba. Y en este tiempo, era evidente que los taxistas se habían hecho famosos por hacer trampas, por trucar taxímetros, cobrar más de lo debido, en dar vueltas innecesarias, no conocer las calles de la ciudad en donde trabajan, ir mal vestidos, llevar un calzado inapropiado para la conducción, no declarar lo realmente ganado.
Ha transcurrido el tiempo, tan deprisa, que los taxistas incluso han incumplido sus propias reglas del taxi pactadas con los ayuntamientos y comunidades autónomas, incluida la obligación de ponerse el uniforme azul, aprobado por las principales asociaciones del taxi.
Y me preguntaba, si con la llegada de la democracia y las libertades y en el decidido camino emprendido europeista, había surgido una nueva generación de profesionales, nuevos medios de transporte, otras formas de hacer las cosas, con medios para llevarlos a cabo y nuevos usuarios del taxi, con otro nivel cultural, social y nuevas exigencias.
Y si  los mujeres y los hombres, procedentes del propio sector del taxi, habían llevado a cabo la actualización y la modernización necesaria, y habían sabido adaptarse a las nuevas tecnologías a tiempo.


Últimas tecnologías en los vehículos, que permite bloquearlo y mantenerse conectado en todo momento

Los Vehículos de Transporte Concertado VTC
Y claro, como no podía ser de otra forma, en esto llega un nuevo servicio, elegante, digitalizado, moderno, con mejor calidad precio, mas limpio y efectivo, acorde a los tiempos que vivimos.
Aparecen los Vehículos de Transporte Concertado VTC, los uvetecistas, personalizados en las empresas Uber y la Cabify, que cuentan con vehículos negros elegantes, impecables. Vehículos proporcionados, principalmente, por la firma Skoda, de alta gama, muy superiores a los utilitarios Citroën y a los Seat, que emplean habitualmente los taxistas españoles.
Además, los conductores uvetecistas son atentos, amables, empáticos, cordiales, educados, van implacablemente bien vestidos, con traje, corbata y un calzado adecuado.

La contratación
Hacen uso, además, de las tecnologías mas avanzadas, que incluso les permiten bloquear el vehículo a distancia y mantenerse conectados y localizados en todo momento.
Se les contrata mediante una fácil y sencilla aplicación de APP, en la que va mostrando su acercamiento, el recorrido y el precio del viaje.
Aunque, tengan en contra, el uso de nuestra intimidad, al cederles nuestro número de nuestro teléfono móvil, nuestra identidad y nuestros movimientos, que quedarán registrados para siempre en su base de datos.
Toda una revolución para el arcaico y obsoleto taxímetro y para la operatividad de los taxistas.

Los taxistas se cabrean 
Esto desconcierta y cabrea enormemente a los taxistas, curtidos en la calle, acostumbrados a trabajar toda su vida sin ningún tipo de trabas, ni haber contado con ningún tipo de competencia gremial. Menos, con sistemas digitalizados, muy por encima del sistema antiguo, arcaico y obsoleto con el que realizan su trabajo desde siempre. Y, encolerizados, realizan un paro patronal contra los vehículos VTC  para expulsarlos del sector, que inician a las seis de la mañana del lunes 21 de enero del año 2019.

Mercedes Benz y BMW irrumpen en el mercado 

Al cabreo de los taxistas, contra todos los Vehículos de Transporte Concertado VTC, se añaden pronto los dos gigantes de la industria del automóvil, Mercedes Benz y BMW, que irrumpen igualmente en el mercado del trasporte urbano, para competir con Uber y Cabify, usando la tecnología mas avanzada del sector.
Los fabricantes alemanes, de Mercedes y de BMW, unen sus fuerzas en el negocio del transporte urbano para crear e impulsar cinco sociedades conjuntas, que rentabiliza  su base de datos de sus clientes, integrando a millones de personas para sus ofertas de movilidad, que operarán en el campo del coche compartido, de la recarga de baterías eléctricas  y en la búsqueda de nuevos estacionamientos    



El Reglamento de el Taxi: Obligaciones del Taxista y  los Derechos del Usuario  

El Reglamento del Taxi
La normativa, para poder trabajar en la vía publica del sector del taxi, las obligaciones del taxista y los derechos del cliente, vienen de antiguo y fueron actualizadas la última vez  en el año 1999 por el aquel entonces alcalde del Ayuntamiento de Madrid, el sevillano José María Álvarez del Manzano, del Partido Popular, con las asociaciones mayoritarias del gremio del taxi.

*Compostura: En ella, entre otras cosas, el taxista debe guardar la máxima cortesía, educación, corrección y compostura con el cliente.

*Vehículo: El Reglamento del Taxi obliga al taxista a conservar su vehículo en perfecto estado de conservación y limpieza.

*Calzado e Indumentaria: Asimismo, debe cuidar y mantener su calzado y su indumentaria personal, en perfecto estado de conservación, limpieza y aseo.

*Uniforme: A partir del pasado lunes, 17 de septiembre del año 2018, deben ponerse un uniforme azul, con chaqueta azul, en otoño e invierno, con camisa azul y pantalón o falda, haciendo juego, para ser distinguidos mas fácilmente por el cliente.

*Aseo personal: Su aseo personal deberá ser igualmente el correcto.

*Teléfono móvil: Deberá llevar un teléfono móvil con la batería cargada y saldo suficiente.

*Avería: En caso de avería deberá llamar a su Oficina para que envíe otro taxi, sin coste adicional alguno para el cliente.

*Atascos: En caso de atasco no podrá reclamar cantidad alguna por demoras en el viaje causada por el tráfico.

*Mascotas: Está obligado a admitir animales de compañía,  sin coste adicional alguno, que el cliente deberá trasportar en un transportín cerrado y homologado.

*Portaequipajes: El taxista deberá llevar vaca, un portaequipajes adicional en el techo, si su maletero trasero no tiene la suficiente capacidad.

*Carga y descarga: Deberá cargar y descargar el equipaje del cliente, sin coste adicional alguno.

*Calefacción y aire acondicionado: Por su parte, el cliente puede solicitar al taxista que ponga en funcionamiento la calefacción del automóvil en otoño o invierno, y el aire acondicionado en verano.

*Tabaco: En el caso del Tabaco, tanto el taxista como el cliente, pueden permitir o prohibir el no fumar al otro.


Una panorámica del Paseo de la Castellana de Madrid, bloqueado por el Paro Patronal del sector del Taxi
 Fotografía ©  Agencia estatal EFE
     
Cierre patronal
Los taxistas iniciaron su paro patronal y el paro de sus empleados, contra el derecho de competencia de los llamados Vehículos de Transporte Concertado VTC, el día 21 de enero de 2019 a las seis de la mañana y lo prolongaron durante los dieciséis días consecutivos siguientes, sin conseguir ninguna concesión por parte de la Comunidad Autónoma de Madrid. Si de la Generalitat, de la Comunidad Autónoma de Cataluña.

Principales objetivos
Sus principales objetivos, ademas de perjudicar gravemente al usuario del taxi, fueron bloquear el tráfico, colapsar las ciudades y sus calles, principalmente la Gran Vía de Barcelona y el paseo de la Castellana de Madrid, durante varios días. Rodear los recintos feriales durante los días de la celebración de la Feria Internacional de Turismo FITUR, causando un daño económico irreparable. Y manifestarse en la Puerta del Sol, sede de la Presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid y delante de la sede del Partido Popular PP. Algo que llama poderosamente la atención, puesto que los propios taxistas admiten que son mayoritariamente de derechas y entusiastas fans de la emisora de la Conferencia Episcopal COPE.


Madrid. Miércoles 20 de febrero Carteles contra los partidos de derechas. Fotografía ©  Víctor Sainz

Ataques 
Durante los días del paro patronal y el de sus empleados, mas de 160 vehículos de VTC fueron atacados, sufriendo roturas de cristales y neumáticos pinchados, como informó la patronal  Unauto de los VTC. Incluso, algún uvetecista cuenta, que recibió disparos de escopeta en los cristales de su vehículo.

Gritos y amenazas
En varias, de las manifestaciones que se produjeron, se escucharon gritos contra el Presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, Ángel Garrido, por no ceder a las presiones del taxi.
También, alguna que otra grave amenaza de muerte contra su persona, por algunos taxistas sin identificar: "Esta noche, mira debajo de tu coche".

Declaraciones subidas de tono
También  hubo otras declaraciones desafortunadas, muy subidas de tono, efectuadas por parte de algunos portavoces del gremio del taxi de Barcelona, como la de Alberto Álvarez Tito contra el Ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, del que resaltó su doble condición de hombre de izquierdas y de homosexual, por enviar a los anti disturbios contra ellos por sorpresa, para desalojarlos del Paseo de la Castellana de Madrid, a las siete de la mañana del martes 29 de enero, con el apoyo de varias decenas de policías y grúas municipales.  


Juan Galiardo, director de Uber España comunica que abandonan Barcelona. 
Barcelona. Jueves 31 de enero de 2019. Fotografía © Agencia Estatal Efe

En Barcelona  la presión hizo su efecto 
Al grito de "Uber, ciao, Uber, ciao, Uber, ciao, ciao, ciao",  los taxistas despidieron de la ciudad de Barcelona a la competencia de Uber y Cabify, emulando el himno Bella Ciao, Adiós Bella, que grupos de partisanos italianos usaban contra las tropas fascistas de ocupación, durante la segunda guerra mundial. Aunque, es muy posible, que los VTC vuelvan a la ciudad condal.

La VTC se va de Barcelona
La patronal, de las empresas que gestiona las licencias de Vehículos de Transporte Concertado VTC, anunció que el viernes, 1 de febrero, que sus empresas dejaron de prestar sus servicios en la ciudad de Barcelona y 3.500 conductores se quedaron sin trabajo, tras el Decreto del Gobierno de la Generalitat, de la Comunidad Autónoma de Cataluña, que cedió ante la presión de los taxistas y les obliga a pre contratar el servicio con 15 minutos de antelación A pesar de que la concejal de Movilidad de Barcelona, Mercedes Vidal, asegurara que no entiende los motivos por los que Uber y Cabify se van de la ciudad.

2.418 licencias de VTC en Cataluña
Según he podido comprobar, en Cataluña hay 2.418 licencias de VTC, de las cuales 2.200 de ellas tienen permiso para trabajar en Barcelona. Y Damiá Calvet, el consejero de Territorio  del Gobierno de Cataluña, me informa, que todavía quedan 1.900 licencias mas para otorgar a los VTC.


De izquierda a derecha, los líderes del paro patronal:  Sergio Vega, Nacho Castillo y José Miguel Fúnez. Madrid. Jueves 31 de enero. Fotografía  © Víctor Sanz

Cierre patronal contra VTC y los usuarios habituales
Que los taxistas no son empleados lo sabemos todos. Eso me lo confirma el ahora abogado y otrora taxista, Pablo Franco. Por lo tanto, no pueden hacer huelga. En todo caso, al ser empresarios autónomos, lo que pueden  hacer es un cierre patronal. Que fue lo que hicieron. Porque colapsar ciudades es ilegal.
El cierre patronal cumplió dieciséis días consecutivos contra  los Vehículos de Transporte Concertado  VTC y contra los usuarios habituales del taxi.
Han sido dieciséis días de paro patronal, en que los empresarios del taxi y sus  asalariados, con sueldos de miseria y jornadas estresantes e inacabables, de doce horas, colapsaron Madrid durante mas de dos semanas consecutivas y causaron un enorme perjuicio al usuario, el único perjudicado.

Posibles sanciones
Fuentes bien informadas me indican que, posiblemente, los taxistas recibirán las consiguientes sanciones de tráfico, por circulación lenta y por aparcar en estacionamientos indebidos durante el paro patronal, principalmente en el Paseo de la Castellana de Madrid.
Sanciones que consistirán en 500 euros de multa y pérdida de 6 puntos del carnet de conducir, en el mejor de los casos.
Un total de unas 1.500 sanciones de tráfico, que los taxistas recibirán dentro de los próximos dos días.   

Las acusaciones  
Los taxistas acusan a los uvetecistas de operar sin reglas. Y exigen, a la Comunidad Autónoma de Madrid, que en lugar de uberizar el servicio del taxi, regule el modo de operar de los Vehículos de Transporte Concertado VTC y el mantener su posición ventajosa en cuanto a la concesión de sus licencias.

65.972 licencias de taxis en toda España, frente a 12.675 licencias de VTC
A principios, del mes de enero del año 2019, los taxistas, contaban  con una posición ventajosa en el número de las licencias concedidas:
Un total de 65.972 licencias, frente a las algo menos de las 13.000 licencias, de las 12.675 licencias que se han concedido a Uber y a Cabify.
Esto es: Una quinta parte de todas las licencias concedidas en toda España, de la quinta parte resultante, de la quinta parte, de la parte contratante, de la parte contratante de la primera parte, será considerada como la quinta parte contratada de la primera parte.
Pero los taxistas siguen sin conformarse de esta posición ventajosa, ni desean competencia alguna.

El lucrativo negocio de las licencias. El quid del asunto
El taxi, lleva largos años gozando de una exclusividad privilegiada en su trabajo y puede recoger y transportar viajeros por la ciudad sin problemas. Y la llegada de las nuevas tecnologías y nuevas formas de transporte, como son la VTC, que han sabido hacerse con un nuevo mercado y satisfacer sus necesidades, les obliga a adaptarse y repartir los beneficios del transporte urbano.
Hasta ahora y durante décadas, ser propietario, de una licencia de taxi, estaba homologado a tener una vivienda en propiedad. Era un negocio redondo. Y permitía, a su titular, obtener unos ingresos  mensuales muy satisfactorios. Y muchos de ellos vieron, en la posesión de una licencia, su seguro de jubilación. Y con la irrupción en el mercado de Uber y Cabify, el precio de venta, de una licencia en el mercado, ha caído en picado mas de un 45% , y no se les permite especular con ella. El quid del asunto.

Una licencia en Madrid o Barcelona llegó a valer 250.000 euros
En ciudades, como Madrid o Barcelona, la licencia del taxi llegó a valer 250.000 euros. Un negocio redondo.
Los taxistas no tienen ninguna regulación y se creen en el derecho de alquilar y vender sus licencias a conocidos, a transferirlas o darlas en herencia a sus hijos. Todo absolutamente prohibido por ley.
El  coste de una licencia en el ayuntamiento cuesta menos de 5.000 euros. Y el coste de una licencia en el mercado es de 100.000 euros o más.
El gremio del taxi  y los VTC son dos mundos opuestos y los taxistas tratan de impedir el trabajo de la competencia que les arruina su lucrativo negocio, la economía sumergida y el operar sin reglas.

El quedarse solos
El colectivo del taxi no quiere ni acepta la competencia. Así de claro me lo trasmitió el conductor de un taxi que me condujo, recientemente, por las calles de Madrid: Que estarían encantados de poder quedarse solos. De prohibir los autobuses, el metro, los trenes de cercanías. Y ya puestos, hasta las bicicletas, y quedarse solos en la gestión y explotación del transporte urbano.  

El maltrato al usuario habitual
Las protestas multitudinarias siempre se hacen contra alguien, para conseguir los beneficios esperados. En este caso, los taxistas no han conseguido ningún beneficio, fuera del maltrato al usuario habitual. El único perjudicado, del paro patronal y del colapso de las grandes ciudades, ha sido el usuario fiel y habitual del taxi.

El uso del servicio que ofrece la VTC 
Son muchos los familiares, amigos y conocidos, que me han manifestado que no volverán a tomar un taxi. Y los que, por primera vez,  han hecho uso del servicio que ofrece el VTC. Y algo mas, de un 35 %  de ellos, han quedado muy satisfechos con el nuevo servicio y se han pasado definitivamente al Uber y al Cabify.

Un hola y un adiós
En mi caso continuaré haciendo uso del taxi.
Pero se acabó el redondeo al alza, o las propinas por hacer bien su trabajo.
La amena conversación, que a veces es bienvenida y otras no.
El ser tolerante y pasar por alto sus obligaciones. El ser comprensivo con mis derechos de usuario.
Se acabó el oír a todo volumen la emisora de radio durante todo el trayecto.
Un escueto hola, unos buenos días, y un adiós.

En Madrid, una soleada tarde primaveral del lunes 4 de marzo del año 2019, conmemoración del príncipe polaco San Casimiro, el pacificador, Santo patrón de Polonia y Lituania, que nació en el año 1458 y falleció santamente y casto, el día 4 de marzo del año 1484 de tuberculosis, a la obscena edad de 26 años, habiendo dedicado su corta vida por entero a la penitencia y a la oración.
Los que lo conocieron, cuentan de él, que era un joven alegre, tranquilo y simpático, amigo de los pobres, que se mortificaba en el beber, en el mirar y en el dormir y trataba de dominar su cuerpo, antes de que las pasiones sexuales dominaran su alma, hasta tal punto, que renunció a casarse con Cunegunda de Hasburgo, archiduquesa de Austria, una joven alegre, elegante y lectora, la hija del emperador Federico, antes que perder su virginidad y conocer los placeres de la carne. 
Y que en el año 1584, trascurridos 120 años de su fallecimiento, ocurrió un hecho sorprendente al abrir el sepulcro de San Casimiro y encontrar su cuerpo incorrupto, incluidas sus ropas, que estaban en perfecto estado de conservación.  

© Roberto Cerecedo. Todos los derechos reservados. Queda rigurosamente prohibida su reproducción total o parcial, por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, sin autorización expresa por escrito del titular del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes.